viernes, 18 de junio de 2010

Saramago no has muerto


Hoy falleció José Saramago, escritor portugués, quien recibió el Premio Nobel de Literatura en 1998, por su inconfundible estilo en concatenación de ideas, sentimientos, relatos y vivencias. Leí su obra “El ensayo sobre la ceguera”, me fascinó. Al omitir los signos de puntuación da la impresión que sus palabras fluyen como el agua, no existe la necesidad de la pausa, detener la vida, que ella sólo pase como tenga que pasar.

Este libro arroga un sinnúmero de reflexiones, se convierte en un detenimiento obligado para que los personajes exterioricen sus pasiones más profundas que han sido aplastadas por los códigos sociales. Saramago nos alerta: mirar al ser en su estado más profundo, no con la pomposidad o la fachada, que a la final esta sólo se transforma.

El zapatero portugués comenzó a escribir con fuerzas a sus 63 años de edad, para muchos una época tardía para hacer arte; ¿acaso su éxito como novelista, ensayista y periodista no demuestra todo lo contrario?.

Como en el amor, en el arte no hay edad. Lo que cuenta es dar todo el corazón en lo que se hace, y cuando esa entrega es pura, el espectador, lector o amante, a ese sentimiento y apreciación lo hace eterno. Tus obras Saramago, hoy y siempre serán eternas.



Fuente gráfica: http://lainsoportablebloguedaddelser.files.wordpress.com/2008/11/libros_1.jpg

lunes, 14 de junio de 2010

Lo inesperado anhelado


Hay seres tan pequeños en este mundo que, a veces, pasan desapercibidos a nuestra mirada. Otros se camuflan pero siempre hay algo que los delata. En esta noche, recuerdo uno de ellos: el colibrí, exacto, aquella ave de plumaje brillante y llamativo, de pico largo y vuelo alto.


Solía andar besando flores de diferentes colores, tamaños y formas, pero su traslado no solo le agotaba sino que se sentía vacío, inconstante e incluso llegó a creer que nunca encontraría un lugar, su lugar.


Una tarde, después de haber viajado, el pequeño colibrí quiso descansar sus alas y halló un árbol muy especial, donde se sintió reconfortado desde la primera vez que lo vio. Sin dudarlo, comenzó a conocer poco a poco cada parte del nuevo foreste; descubrió que no solo podría ser su sitio de protección, sino, su encanto por cada flor que tenía, una más hermsoa que otra; sabía que ese era su lugar.


Por su parte, el frondoso árbol se contagiaba de la alegría que el colibrí le daba cada vez que lo iba a visitar. El árbol es un ser noble y la colorida ave supo de ello.


La primera vez que ambos se besaron todo el bosque se iluminó, el rocío del jardín era más bello, el sol más caluroso y el viento más fresco. Era magia pura, quién dijo que era imposible que floreciera en primavera?, eso y mucho más puede hacer el amor de ambos seres.


Hay seres tan pequeños en este mundo que, a veces, pasan desapercibidos a nuestra mirada, pero juntos su magia es tan grande que hasta un ciego la puede observar.



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