sábado, 17 de julio de 2010

Wow y más wow!

Conocer una de las cunas de la cultura occidental, realmente es una experiencia fascinante. Iglesias, castillos, estatuas, calles empedradas, cementerios y plazas son como máquinas del tiempo. Muchos de los lugares de Florencia me trasladan a la época del Renacimiento, realmente es un re-nacer, es sentirse nuevo en lo viejo. En la región de Toscana, las montañas y campos verdes son el natural perfecto con las casas de color ladrillo intenso. Aquí, la mayoría de la ciudad es de color amarillo, un amarillo tierra, como si el sol de verano hubiera pintado cada una de las moradas.

Es increíble como en un pequeño descuido, uno puede perderse de un nuevo paisaje. Acaba de sucederme (estoy escribiendo en la computadora de mi hermana en el tren) pero alcancé a ver un campo gigante de girasoles.


La región de Toscana tiene un suelo muy fértil, lo digo por la gran cantidad de productos que se cosechan. Leo lo que escribo, pienso y me doy cuenta: ¿porqué no disfruto de la misma manera cuando estoy en casa?, la respuesta es simple: estoy acostumbrada, pero eso es ser conformista. Recuerdo el Mundo de Sofía: necesitamos la capacidad de asombro, como o hacen los niños, hallar siempre algo nuevo en lo que nos rodea; de ahí surgen nuevas ideas. Voy a seguir asombrándome y deleitándome.

miércoles, 14 de julio de 2010

Florencia: romance por todos los rincones



Me encanta los colores de Europa. En un día de verano se pueden saborear diversas matices del cielo, que cubren a las viejas edificaciones que hablan por sí solas; casas, puentes, edificios, ventanas, veredas y calles empedradas que guardan historias de hace siglos. Ahora Florencia está llena de turistas, ríos y ríos de gente que cuelga sus cámaras en el cuello. Lo más notorio es que esta ciudad italiana vive de dos condiciones humanas básicas: de la vanidad y el amor. Florencia como uno de los sitios referentes de la moda estilizada y que marca tendencia de vestir a nivel mundial. Florencia un lugar donde el romance se hace presente en cada uno de sus rincones.


Los puentes son los más representativos del amor, se convierten en aquella unión de dos partes que son diferentes pero que, a la final, existen por alguna razón. Esa necesidad humana de sentirse entrelazado con alguien, aquí se materializa con algo muy simbólico: un candado. Varias parejas cierran candados en algunos puntos de la urbe para sellar el amor que sienten uno por el otro. Es como un pacto de metal, significativo e importante para quien lo haya situado ahí.


No quiero sonar pesimista, pero cuando vi esa gran cantidad de candados pensé: ¿cuántos de estos todavía seguirán juntos?, hacer algo porque todo el mundo lo hace no es de mi agrado, por eso no me pareció del todo romántico, pero lo que sí reconozco es aquella importancia que le damos a los símbolos. Cerrar un candado es como atar y sellar un sentimiento; ¿porqué no hacerlo con nuestras ideas o sueños?, las personas no pueden ser atrapadas y tampoco sus sentimientos hacia el otro. Por ello, si hay un candado asegúrate de tener las llaves en el bolsillo y no tener que acudir al cerrajero para que este sea abierto a la fuerza y con daño.


Fotografía: Sara Herrera