Es espléndido observar la inmensidad de las montañas que son atravesadas por nubes en un atardecer, o respirar el aire puro y húmedo de una selva que es el hogar de varias especies y, porqué no de vidas humanas. “Baraka” significa bendición, hemos sido bendecidos con la naturaleza ya que es un tesoro armónico y cada ser vivo juega un rol determinado.
La meditación o la conexión con ser supremo, sea esta la religión o creencia que sea, lleva al ser humano en un estado que le diferencia de las otras especies, la capacidad de razonar y sentir que su vida no está comprendida sólo de cuerpo y de la satisfacción del mismo. Al cerrar los ojos, cantar, orar o danzar; reflexiona sobre lo que le rodea y descubre la importancia de encontrarse en armonía con otros seres humanos y con la naturaleza.
Pero la civilización actual ha desplazado la necesidad que tiene el ser humano con su espiritualidad, convirtiendo al individuo en una máquina para el trabajo y un esclavo para el consumo. La publicidad rebasa los niveles de persuasión y se convierte en una especie de lavado de cerebro, que le convence al individuo a depositar el sentido de su vida en las cosas materiales y en su acumulación absurda; eso sí, sin importar o reflexionar, cuántas vidas que tuvieron que sacrificarse en condiciones denigrantes de trabajo para que los productos manufacturados sean expuestos en vitrinas o de qué manera aquella fábrica destruye el entorno del cual todos formamos parte.
Por otro lado, la tecnología en la sociedad mediatizada en la que vivimos puede convertirse en un arma de doble filo. Si bien la tecnología ha contribuido para el ahorro de tiempo y de dinero, hay momentos que la telecomunicación supera la capacidad de adaptación de los individuos frente al volumen de tareas y/o la información producida por los mismos. Estas situaciones generan fatiga y estrés en cualquier ámbito que se desempeñe. Estamos constantemente escuchando: “Uy, tengo muchas cosas por hacer”, “Estoy cansado, necesito unas vacaciones”, “Trabajo día y noche”; no debemos aceptar aquellos niveles de explotación que ponen en riesgo nuestra salud.
No se puede hablar de globalización sólo en términos comerciales. Los aspectos sociales los palpamos diariamente y notamos que destrucción de las culturas nativas, la alienación de “mejores culturas”, tanto así que nos imponen maneras de vestir y formas de vida, por ejemplo cuando vemos a un otavaleño que ha comenzado a vestir jeans, y por último la aceptación inmediata de estereotipos que no son propios de nuestros países y provocan frustraciones en las personas al no cumplir con aquel requisito impuesto.
Cuando la codicia invade el corazón del ser humano es capaz de cometer graves atrocidades y acabar con la humanidad o con todo lo que le rodea. ¿Acaso las guerras ya estas sean civiles, entre tribus o mundiales; son justificables? ¿Existen ganadores, cuando en ambos grupos hubo muertos?
Pero no todo esta perdido como parece. El ser humano también tiene necesidad de inteligencia, de sentirse bien consigo mismo y depositar su felicidad en alguna manifestación espiritual. La raza humana es insaciable, todos tenemos sed de darle sentido a la vida, y por más increíble que parezca Dios, o llámese Alá, Shiva, Yavé o Buda, nos pueden llenar el alma. Sea la religión que sea, se profesa la armonía del hombre con el universo y sus semejantes. Admito que la religión no es la única fuente para gozar del espíritu; tenemos el arte, la ciencia, las convicciones políticas, los valores sociales, el respeto por la naturaleza, etc, el problema es cuando nuestra paz interior sea dada por el mundo exterior o está en función de él.
Cuando hombres y mujeres sepamos cuidar la vida (personal, el entorno y otros seres humanos) y nos propongamos a construir sociedades democráticas que sean justas, participativas, sostenibles y pacíficas; viviremos en naciones donde todos los niños puedan aprender y jugar en lugar de trabajar o ser abusados, donde las personas de la tercera edad sean cuidados con cariño y donde las personas que no tengan que delinquir para comer.
El proceso requerirá de un cambio de mentalidad, tal vez un nuevo paradigma por que el individualismo posmoderno está acabando con el mundo, y por supuesto de corazón. Tenemos que ser responsables por el mundo, cuidarlo por que es nuestro único hogar y respetar la vida de todos los seres vivos que habitan en él. Así no sólo garantizaremos los derechos de cada ser humano, sino nuestra existencia.
La mejor manera de fijar en la retina del espectador las multiples imagenes que detallan la vida en el planeta, no habla de una cultura, ni de un pais, mucho menos de una econocmia o politica. habla de un comportamiento y una humanidad universal, habla de esas maravillas (por trillado que suene) que solo en nuestro planeta ocurren y acorta distancias reales y subjetivas.
ResponderEliminarMuy buena pelicula, sabias q sale el cementerio de guayaquil... me encanta este documental